¿Por qué preocuparnos por el ruido?


Nuestro esfuerzo para controlar el ruido ajeno es parte de un esfuerzo mayor para proteger lo que pertenece a la comunidad de la explotación, abuso y degradación. Otros esfuerzos para proteger a la comunidad se vinculan con los espacios públicos y los parques; el aire, las rutas aéreas, el agua y las rutas acuáticas; el hábitat, las especies y la biodiversidad. Lo que estos esfuerzos comparten es el reconocimiento de que nuestro bienestar mejora cuando los bienes comunes se utilizan para beneficiar a la mayor cantidad posible de personas, y se deterioran, por el contrario, cuando se utilizan para beneficio de unos pocos.

Algunos individuos y empresas están convencidos de que tienen el derecho o la libertad de usar los recursos comunes como mejor les convenga. Tal vez esta gente está pretendiendo extender erróneamente sus derechos a la propiedad privada a aquello que pertenece al público o está a su cuidado. Tal vez no se den cuenta de que la mayoría de nosotros hemos aprendido en el patio de la escuela hace años: que "el derecho de uno termina donde empieza el ajeno". O quizás no reconocen la sabiduría de nuestro reclamo paralelo de que "mi derecho a producir ruido termina en tu oído". En cualquier caso, estas personas actúan como patanes, reclamando derechos y libertades que no les pertenecen mientras degradan los nuestros.

Contaminar lo que es de todos no es un derecho. Nuestro esfuerzo para reducir la contaminación sonora es similar a otros esfuerzos para reducir la contaminación y reafirmar nuestra potestad compartida de los bienes públicos. Ya sea que el asunto sea el humo ajeno, los niveles elevados de mercurio o el ozono a nivel del suelo, la estrategia es proteger el ambiente y nuestra salud y bienestar creando una ética del patrimonio comunitario.

En la búsqueda de esta ética comunitaria, primero debemos reconocer que los usos competitivos que excluyen otros usos de lo comunitario o los usos perjudiciales que impiden otros usos no son usos inteligentes del bien público. El patrimonio comunitario debería utilizarse en todas las formas no competitivas y no perjudiciales que fuera posible. El ruido, como muchos otros contaminantes, impide otros usos y disfrutes del bien público y no es un uso inteligente del patrimonio común. Entre éstos se encuentran las estentóreas fiestas nocturnas, la recolección de residuos muy temprano a la mañana, y los despegues de los aviones que dificultan dormir, leer, trabajar, o escuchar música

Estamos en la búsqueda de mejorar el bienestar humano estableciendo una ética comunitaria que permita tantos usos no consumistas y no competitivos del patrimonio público como se pueda. El bienestar humano es reforzado cuando los individuos o grupos tales como la Noise Pollution Clearinghouse tienen éxito en dos instancias: primero, disminuyendo los usos perjudiciales del patrimonio público, y segundo, aumentando al máximo las oportunidades para usos no competitivos. Con respecto al ruido, solicitamos su ayuda para diseminar el mensaje de que el buen vecino guarda su ruido para si.

 

Nota: Se agradece la gentileza de la Noise Pollution Clearinghouse por permitir utilizar y traducir al español este mensaje.

 


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